sábado, 8 de enero de 2011

Hechos consumados

A esta reforma universitaria le está pasando lo mismo que a algunos gobiernos europeos, que están reformando lo que le dicen “los mercados”; a la universidad se lo dice “Bolonia”, un extraño caso de transfiguración de un documento de declaración de intenciones en un ente amorfo que va cobrando atributos a medida que crece el grado de aborregamiento o de pasotismo de la comunidad universitaria. Analicemos algunos supuestos que plantea la excelentísima “Bolonia” e intentemos ser críticos:

  • Hay que reducir las clases magistrales y hacer evaluación continua. Seguramente estemos de acuerdo en que esto no es compatible con clases atiborradas de alumnos. A lo mejor la magnífica “Bolonia” no sabe mucho de economía porque se le ha olvidado del pequeño detalle de que los alumnos son una financiación necesaria por la que compiten las universidades de este país y mientras esto no cambie, y la crisis no ayuda mucho, las aulas se llenarán hasta que no quede ni un centímetro de aula sin alumno (como ahora se lleva le propongo a la ANECA este indicador de calidad, la inversa de los alumnos por centímetro cuadrado). 
  • Con Bolonia se acabaron las discusiones doctrinales en el área de las ciencias sociales, y las diferentes posiciones pedagógicas entorno a cómo se imparten las clases, cómo se puntúa e incluso qué materiales se manejan. Todo un hito en el avance democrático desde la dictadura. Además de economía Bolonia tampoco sabe de derecho, porque para obligar a los ciudadanos están las leyes e incluso estas tienen que respetar los dictados de la Constitución. Hay un orden de prelación de las normas, por el que un acto de un Consejo de Departamento o un acuerdo de un Consejo de Gobierno no pueden vulnerar nuestro texto constitucional aunque tengan el apoyo de la excelentísima “Bolonia”.

Como a Bolonia no le ha dicho nadie: “Oye, ¿tú no te habrás entrenado con Eufemiano Fuentes?”, ha seguido proponiendo embriagantes medidas para acabar con la mala formación de los estudiantes españoles:

  • Bolonia dice que se puntúa el 40% la prueba final y el resto prácticas y trabajos hasta un 100%. ¿no es mejor 100 trabajos que puntúen 0,1 cada uno? así seguro, seguro que no podemos leerlos y aprueban todos. 
  • Bolonia nos dice que forma parte de nuestro trabajo hacer tutorías integrales, ¡menos mal que no se le ha ocurrido que hagamos desnudos integrales! No quiero dar ideas. 
  • Bolonia dice que el alumno tiene que asistir obligatoriamente a clase, ¡sí! suena a clases de primaria, pero es así. En buena lógica habrá que aumentar la mayoría de edad a los 25 años para que hayan tenido tiempo de terminar la universidad y tomar decisiones voluntariamente.
  • A Bolonia le parece razonable considerar mejor una universidad si aumenta su porcentaje de aprobados porque reduce el “fracaso escolar” Si nadie lo remedia habrá que echarse a temblar cuando pasemos debajo de puentes o nos pongamos en manos de profesionales del sector sanitario.
  • Bolonia cree que reducir un curso de un año a tres meses es positivo porque sobran contenidos. Es verdad, ¡Es obvio que los manuales de 500 páginas se podrían reducir a libros de bolsillo!
  • Bolonia le ha pedido unos amigos pedagogos que nos enseñen lo que no saben, Seguro que si juntamos a tres o cuatro investigadores que sepan de que va esto del método científico me darían la razón por unanimidad.
  • Bolonia cree que puede hacer masters como churros y los considera baratos porque cuestan lo que el antiguo doctorado (a partir de mil y pico euros). Recordemos que coinciden en etapa temporal con el antiguo quinto que valía igual que el resto de cursos. Si hay tantos masters y sigue habiendo desempleo no sé qué va a hacer un alumno que solo haga el grado, le va a faltar algo me temo.

Y si seguimos dejando campar a sus anchas a la señora “Bolonia” seguirá improvisando el futuro de todos y estos temas se tomarán como hechos consumados. Sería fácil defenderse ante lo expuesto alegando que el que escribe quiere quedarse confortablemente en un sillón sin hacer nada, haciendo gala de esa imagen que tienen algunos de que los profesores universitarios tenemos dos meses de vacaciones y no damos ni palo al agua. Cada uno que piense lo que quiera, para ser crítico hace falta ser activo y eso justo es lo que reclamo de este artículo, hagamos cambios pero desde nuestra experiencia y sintámonos implicados en un proyecto en el que no somos ni monigotes ni marionetas. Yo propongo un cambio muy sencillo que apareja la posibilidad de hacer que la docencia automáticamente pueda ser mejor con un poco de voluntad y trabajo. Pongamos una ratio de 25 alumnos por clase; si nos queremos parecer a la primaria habrá que parecerse en todo ¿no?

Pero, ¡ay, no se puede! pues no mareemos la perdiz que donde no se puede no se puede… o no se quiere, añado.

Por David Trillo

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Buscar CRONICONÓMICA